GESTIONAR LA EMOCIÓN
Las emociones necesitan ser expresadas y liberadas, para no quedarse estancadas y bloqueadas dentro de uno, y provocar síntomas como malestar, ansiedad, tensión, pensamientos negativos, desmotivación, baja energía e incluso, enfermedad… Por ello, lo más saludable es aprender a gestionarlas.
Frecuentemente se habla sobre «aprender a gestionar las emociones». Pero al leerlo o escucharlo así, lo que a mí me viene enseguida es que suena complicado, que las emociones no tienen que ser gestionadas, sólo dejar que sean. Así que, de lo único que se trata es de SENTIR, ¡nada más!.
SENTIR PARA DEJAR IR
Sentir las emociones en el cuerpo, que es el primer lugar donde podemos claramente tomar consciencia sobre ellas, en forma de sensación (frío, calor, ansiedad, temblor, tensión, malestar, debilidad, nudo en la garganta, incomodidad, etc.) y en nuestro interior, en el corazón.
Sentir, parar, darles espacio, presencia, respirarlas e ir conociéndolas poco a poco, hasta poder soltarlas cuando sea el momento para no quedarnos apegadas a ellas.
EL MIEDO A SENTIR
Lo que ocurre es que les tenemos miedo porque las desconocemos, ya que: no nos enseñaron a «estar» con ellas, relacionamos emociones como la tristeza o la rabia con algo negativo, creemos que expresarlas nos hace vulnerables, que nos llevarán a un lugar sin salida o que es mejor mostrarnos al mundo alegres y «fuertes», y un largo etcétera repleto de pensamientos que nos decimos para no sentir de manera consciente y en coherencia.
En definitiva, el miedo a sentir nos aleja de las emociones con sus ideas. Pero, paradójicamente, es cuando les damos su lugar y nos paramos a sentirlas, incluyendo el propio miedo a sentir, que éste se diluye y se transforma. Y es así cómo podemos comprender desde la experiencia, que no nos sucede nada malo, si no todo lo contrario, lo que sentimos es liberación, descanso, paz. Y si las escuchamos con atención y cuidado nos revelan mensajes que nos acercan a nuestro ser interno, a nuestra verdad, a nuestra historia y, por tanto, nos ayudan a crecer y a tomar nuestro poder.
Dejar de evitar las emociones que nos son más incómodas y sus sensaciones, sean cuales sean, sabiendo que no hay buenas y malas, y conectar con ellas prestándoles la atención que necesitan, es lo adecuado y saludable, porque simplemente eso es cuidarse a uno mismo/a amorosamente desde el corazón.
Y aquí os dejo un texto sobre una de las emociones que a menudo nos viene a visitar en el camino, la tristeza. Ella es la que nace cuando perdemos algo o a alguien, cuando nos desilusionamos o nos sentimos dolidos. Y ella es la que nos permite acogernos en nuestro interior y abrazarnos para cicatrizar la herida y crecer. Espero que os guste…
BIENVENIDA TRISTEZA
…De pronto, algo golpeó suavemente mi corazón.
Cerré los ojos y puse mi mano sobre él.
Tuve la sensación que Alguien me venía a buscar.
–¿Eres tú, Tristeza?, ¿qué vienes a decirme?–, pregunté
–Está bien– le dije– te abro las puertas de mi corazón.
Y así es como empezó nuestro viaje…
Tristeza, dulce Tristeza, víveme cuánto quieras.
Yo te abrazaré las veces que sean necesarias,
porque allí donde quieras que vaya encontraré amor.
Te acompañaré y me acompañarás.
Juntas andaremos por caminos desconocidos.
Está bien no saber a dónde vamos.
Contigo no hay mucho que pensar, ni hacer, ni añadir, ni entender.
Y lo que tenga que entender ya lo entenderé.
Así que iré contigo a llorarte, sin lamentos, a sentirte, escucharte, gritarte, abrazarte, aceptarte y honrarte.
Te honraré porque formas parte de mí y de este camino que es la Vida.
Y no me recrearé en ti.
Sólo te viviré lo necesario.
Te dejaré ir cuando sea el momento.
Mas, no sufriré. Y sí, me dolerás, suave y delicadamente.
Mientras estés aquí, yo observaré tu danza envolviendo de soledad mi cuerpo y mi alma.
Este es una baile donde sólo caben dos. Tú y yo.
Dancemos juntas hasta que se agote tu tiempo y mi tiempo.
–No tengas prisa–, me susurras al oído.
Será entonces cuando te desdibujarás y marcharás.
Nacerá un nuevo espacio donde otras vivencias llegarán.
Será entonces cuando despertaré en calma más plena y consciente, más libre…
Cuando podré ver la belleza de los ojos de aquél que me hirió.
Porque sabré que, simplemente, no supo hacerlo mejor, nada más.
Y será entonces cuando veré la belleza de las heridas que dibujan mi cuerpo, de los miedos que recorren mi alma y de la fragilidad de todo mi ser.
Sí, me entrego a ti Tristeza como un acto de amor hacia mí.
Transitemos unidas este camino que, a cada paso, me acerca al corazón.
Llévame a un lugar interno de calma, aceptación, amor y libertad.
Allí me aposentaré.
El recuerdo que duele se irá, el recuerdo que ama permanecerá.
El dolor dejará de doler.
Gracias Tristeza.
…¿Qué vienes a decirme Tristeza?.
Viniste para decirme tantas cosas…